Fotografía por Hugo Angel
Sebastián Preece responde a eso que se desvanece pero aún tiene significado y, con ello, lo salva temporalmente de la extinción. Un barco de madera, abandonado en la orilla del lago, es desmantelado lentamente. Se desprenden varias tablas multicolores, y a medida que las piezas se van cayendo, van surgiendo otros colores, y detrás de ellos, más colores aún, hasta llegar a la primera capa de pintura. Los fragmentos se encuentran individualmente o en grupos, atados o sueltos, los más pequeños en el suelo, con las largas tablas apoyadas en algunas ramas inferiores del árbol centenario.
El proceso de Preece es la reorganización de tablas desgastadas y descoloridas que fueron posadas contra un árbol y ahora contra la Capilla Azul, para recordar que alguna vez fueron árbol. El motivo de la coloración y desgaste habla de los efectos del sol y la lluvia incesantes, las altas y bajas temperaturas que someten a las tablas y vigas a un viaje sin retorno.
Los colores, curvas y carpintería revelan la tradición de los carpinteros ribereños, y de allí los restos de una embarcación. La familia Carvacho Contreras, propietarios de la embarcación, notó su deterioro hace años, pero la siguió utilizando, hasta que dejó de funcionar, un vehículo que ya no servía para el transporte. El paisaje cambio tras un fuerte temporal del mes de marzo. Las tablas quedaron dispersas por el campo, varios árboles cayeron, sus raíces quedaron expuestas, y por lo mismo, fue su último gesto antes de ser convertidos en leña, antes de ser una casa o un bote que se arrima a un árbol.